LA ENERGÍA Y EL CULTIVO DEL HARA
Dos principios básicos
Hablaremos para empezar de los dos principios básicos en los que se basa la terapéutica y la filosofía oriental, expresados ya por escrito en épocas tan remotas como la primera mitad del primer milenio antes de Cristo, en el I Ching y el tratado de filosofía oriental Tao Te Ching (Siglo IV a.C. ).
Sus implicaciones terapéuticas se expresan detalladamente en el Nei Ching o Tratado de Medicina Interna del Emperador Amarillo, que todavía hoy en día constituye un texto fundamental para todas las artes curativas de Oriente; estos principios son:
1. El principio dinámico del Yin y el Yang: éstas son simplemente palabras para expresar las dos caras de la Unidad, las fuerzas opuestas pero complementarias que encontramos en todo ser y en todo proceso.
Las manifestaciones más primarias son el cielo o espacio, el día o la luz (Yang) y la tierra o forma, la noche y la oscuridad (Yin). El Yin y el Yang no existen independientemente, la existencia del uno lleva necesariamente a la existencia del otro, igual que no se podría concebir la luz sin la existencia de la oscuridad.
Todas las cosas contienen ambas fuerzas, aunque puede que una predomine más que la otra. Nuestra vida llena de actividad y ocupaciones, tiene una fuerza predominantemente Yang (activa, enérgica); sin embargo, cuando nos relajamos y tenemos más tiempo para la tranquilidad, la fuerza dominante es Yin (pasiva, receptiva). Lo ideal es conseguir un equilibrio entre ambas fuerzas.
Si observamos el símbolo, vemos que no es estático, sino que muestra un cambio rítmico y fluido. El Yin, simbolizado por la porción negra, representa lo pasivo, receptivo, flexible, oscuro y frío. El Yang, representado en la porción blanca, simboliza lo activo, enérgico, firme, brillante y cálido.
La vida es un fluir constante de una naturaleza rítmica; la noche sigue al día, las estaciones cambian, las mareas suben y bajan, y también nosotros cambiamos desde el sueño nocturno a la actividad del día.
2. El principio del Ki, o energía vital: entre el Yin y el Yang se crea una vibración muy sutil, etérea y elevada, que constituye la energía básica del Universo, la fuerza vital. Tal fuerza se denomina Ki (Japón), Chi (China), Prana (India) y biolplasma o energía vital en la moderna ciencia occidental.
El Ki está en nuestro interior y a nuestro alrededor, siempre cambiante y seguidor de las leyes naturales del Yin y el Yang; es la energía vital que nos mantiene y nos alimenta. La energía precede a la materia de la misma manera que el pensamiento precede a la acción. La fuerza Yin, la fuerza Yang y la fuerza Ki crean todo lo demás.
Cuando los seres vivos ingieren comida, sus órganos descomponen los alimentos en unidades más sencillas, de modo que los elementos nutritivos (hidratos de carbono, proteínas, vitaminas, azúcares, minerales, agua) puedan utilizarse en las miles de reacciones químicas internas que mantienen la vida. De modo similar, los seres vivos absorben el ki del Universo, mediante la respiración, o de la tierra, mediante los alimentos, y combinan ambos para formar la energía vital.
El Ki fluye tanto externa como internamente (bajo la piel, en los tejidos internos y en los órganos) a través de caminos definidos y ordenador que cruzan el cuerpo, denominados meridianos y canales. Los tratados afirman que la salud y la felicidad abundan cuando el Ki fluye libremente por estos canales de modo constante y ordenado, sin que haya demasiada actividad (Yang) o pasividad (Yin). El Ki, por tanto, vitaliza todas las células, tejidos, órganos y sistemas del organismo, integrando su funcionamiento.
Los puntos de Acupuntura son, desde el punto de vista tradicional, aquellos en los que sale a la superficie del cuerpo el flujo del Ki, actuando a modo de amplificadores que transportan la energía de un punto a otro.
Darse cuenta del Hara
En nuestro cuerpo, el gran centro de la armonía entre el Ki, el Yin y el Yang es el hara, localizado aproximadamente a dos dedos por debajo del ombligo y en el interior del cuerpo, siendo el centro de la energía vital.
En el hara reside la clave de la salud radiante de los antiguos sabios y, cuando se cultiva, se crea un gran almacén de energía ki. El cultivo del hara, representa aprender a absorber, acumular y concentrar el ki; por tanto, despertarlo y aprender a desarrollarlo en la primera parte del proceso de canalización de energía. Uno de los métodos más sencillos de despertarlo en por medio de una sencilla meditación ýoguica taoísta denominada respiración hara.
Para saber más sobre posturas de meditación y relajación pueden consultar el artículo de este blog "Pautas básicas de la relajación", publicado en diciembre de 2015.
Ahora, en la posición que hayas escogido, cierra los ojos para evitar dirigir el ki al exterior o ser distraído, y comienza a respirar lentamente expandiendo el pecho. Nota como se expanden los espacios entre las costillas al inhalar y luego exhala todo el aire. Tras una par de minutos, comienza a respirar más profundamente, centrando la atención el el hara.
Ponlo en práctica:
En este proceso meditativo tan básico, observaremos inevitablemente cómo nos libreamos de las tensiones físicas y emocionales que nos han impedido la absorción completa y el uso, tanto de la respiración como del ki. Con este ejercicio de respiración podemos relajar la tensión de nuestros órganos internos, que pueden estar tan tensos como nuestra musculatura.
1. Inhalar por la nariz: apoya la punta de la lengua en el paladar (para conectar la parte forntal y trasera del canal central de energía) e inhala suavemente, contando hasta 5 e imaginando o visualizando como la energía o ki desciende con la respiración llenando el hara. Nota como los pulmones se expanden hacia abajo al descender el diafragma, y como el abdomen se eleva y se expande hacia fuera.
2. Sostener el aire: tras la inhalación, mantén el ki en el hara contando hasta 5 con lentitud, Esto permite que la energía concentrada en el hara se acumule y se caliente. No debes sentir tensión física durante esta parte del ejercicio, simplemente dirige tu atención al hara y mantenla imaginando al ki acumulándose y desarrollando este centro.
Si te resulta muy difícil mantener el aire, puedes acortar el tiempo a 2 ó 3, o incluso eliminar este paso del ejercicio, para incluirlo cuando hayas adquirido un cierto entrenamiento en la práctica de la respiración.
3. Exhalar por la boca contrayendo el hara: la atención debe seguir concentrada en el hara, como si la consciencia se estuviera trasladando de la cabeza hacia el bajo abdomen. Despega la lengua del paladar y exhala lenta y suavemente por la boca, contando mentalmente hasta 5, mientras que contraes el abdomen para exhalar completamente el aire.
Puedes colocar las manos sobre el punto del hara, para notar como suben y bajan las manos a medida que exhalas e inhalas, e incluso puedes llegar a percibir el calor sobre esta zona a medida que vas profundizando en la respiración.
Mantén un ritmo constante, sin dejar pausas entre la inspiración y la espiración; cuando hayas logrado alcanzar el ritmo, puedes dejar de contar mentalmente hasta cinco, si así lo deseas. Mantén esta meditación por el tiempo que estimes oportuno, aunque es recomendable practicarla entre 15 y 20 minutos, al menos dos veces a la semana.
Después de esta meditación uno se siente generalmente en paz y con una sensación de frescura y felicidad; sin embargo, es posible que tras las primeras meditaciones uno se sienta un poco intranquilo o incluso malhumorado. Esto se debe a que se está expulsando el ki estancado que estaba encerrado en la estructura física y cuando se libera se experimenta a un nivel más consciente, mientras que antes se experimentaba a un nivel más subconsciente.
Tanto la expulsión como el desarrollo son necesarios, no se puede crecer sin dejarse ir.
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